ríos.y.mares.

– ¿Por qué lloras? – preguntó el alumno.

– Por el mundo, mi mundo – respondió el maestro.

– Pero maestro, tú que todo lo has sanado, ¿Qué le falta? ¿Qué te falta?

– A veces amigo, a veces no falta nada, quizás sobra. Nos sobran las emociones, me sobran. ¿Sabías que hay un mundo más rico que otro? – respondió en paz.

– Claro, el de los que tienen dinero y el de los que no.

– El dinero separa a las personas, pero no nos hace ricos o pobres. Me refiero al mundo de los compasivos, los sensibles, los humildes. En ese mundo viven y danzan las emociones que otros no dejan pasar ni invitan a convivir en sus fiestas.

En mi mundo, habitan quienes pueden ver y sentir más allá de lo visible. Aquí lloramos el desprecio, la injusticia y el irrespeto. Solo así, querido, solo así se puede equilibrar el universo. Sin que nadie lo note, conviven los mundos de quienes conocen y alivian el dolor y de aquellos que nadan y se ahogan en la indiferencia.

Somos los encargados de llenar los ríos y los mares con nuestras lágrimas. Jamás podemos secarnos ni morir de tristeza mientras caminamos. Los sedientos de amor, necesitan beber de esa agua, la nuestra, para seguir viviendo, ignorantes y esperanzados, añorando algún día poder llorar una lágrima que alimente vidas.

En silencio y sosegado, el maestro se levantó sonriendo, abrazó al alumno que por primera vez lloraba sin saber por qué y le dijo: 

     – Gracias por amar y bienvenido a mi mundo.

(Octubre, 2016)

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