En el segundo episodio sobre el propósito (las razones de “peso” detrás de lo que hacemos), hablemos del factor tiempo y cómo influye sobre él. ¿De qué depende que unos lleguen más rápido y sin contratiempos, y otros más lento o con mucho esfuerzo?
“Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo” escribió Jorge Luis Borges. La frase nos lleva a un lugar más romántico, pero si la ampliamos a la vida misma, podríamos decir que: Estar en nuestro propósito o no, es la medida de nuestro tiempo.
Comencemos con las principales barreras que nos alejan del estado de Flow. Les comparto la respuesta que suelo dar a quienes, con mucha frecuencia, me dicen “No tengo tiempo para hacer lo que quiero hacer” (basta con leer otra vez la frase para ver el grado de incoherencia emocional que revela). Normalmente, les digo muy llanamente y sin enredos teóricos: ¿Y tú crees que la agenda de Obama está menos ocupada que la tuya? Suele haber un momento de silencio, que es el mejor indicador posible cuando intento que alguien ponga pausa al piloto automático y se cuestione sus creencias.
No se bien por qué escogí al amigo Barak, pero sé que funciona. Al menos en lo que refleja su imagen pública, se percibe enfocado en su trabajo, sus hobbies, su vida de pareja y sus hijas, dando la impresión de que no le falta tiempo para atender “todo” en simultáneo (Olvidándonos si nos cae bien o no, observando a la persona detrás del personaje).
Los más perspicaces insisten: “Pero es que Obama tiene un séquito de gente que lo ayuda y yo no”. Habría que documentarse en su biografía para desarmar esta idea, pero como pueden intuir, no va por ahí la cosa. Lo que debemos desarmar primero, es nuestro sistema de creencias limitantes acerca del tiempo, y luego veremos si nos interesa compararnos con otros y darnos cuenta al final, que no tiene ningún sentido hacerlo.
La relación que hayamos construido con el tiempo, al igual que con el dinero, son las piezas clave del rompecabezas (porque literalmente, rompe muchas cabezas) cuando estamos intentando vivir en nuestro propósito, cumplir un sueño, una meta o ser más felices (you name it!).
A menos que hayas escogido la resignación como bandera (que es importante distinguirla de la aceptación), todos estamos buscando lo mismo, con historias diferentes y a nuestro ritmo. El primer paso para detectar dónde puede estar la oportunidad para impulsarnos y acelerar el crecimiento esperado, es evaluar si esa relación que establecimos con el tiempo o el dinero, la hemos cuestionado suficiente o vivimos bajo su yugo. Detenernos a pensar si lo que creemos viene de nuestra visión propia o si es una herencia de lo que nos dijo “alguien” (a quien le dimos el honor de ser nuestro maestro o referente), es fundamental.
El tiempo es ¿Amigo o enemigo? Dependerá de cómo ordenamos y priorizamos nuestras agendas y To do list. Las grandes ideas comienzan un día cualquiera y con un primer paso (y luego unos cuantos primeros pasos más). He visto que cuando alguien siente que vive un fracaso, el tiempo ha sido protagonista de la historia o el gran culpable. En resumen, es la gran excusa.
Asumiendo que tenemos una idea de lo que queremos lograr, pero aún queremos ir más allá, veamos cómo a partir de un propósito, perfiles distintos se acercan o se desvían de una meta, según cómo experimentan el tiempo. Un ejemplo de declaración del propósito (pues existen diversas formas para definirlo en palabras) es:
“Voy a crecer y ayudar a crecer a otros, desarrollando mi dignidad y libertad, a través de creaciones que inspiren y guíen a personas desorientadas o que se sienten derrotadas, a perseverar en sus sueños, con la esperanza de que dure infinito”
Los componentes en esta metodología son: el compromiso que estableces contigo mismo para desarrollar tus puntos menos fuertes, el cómo vas a impactar a otros con tus atributos diferenciadores y lo que más entusiasmo te genera dar. Sumando a qué características tienen aquellos que más te mueven y finalmente, el alcance deseado en tiempo y tamaño de tus proyectos.
El texto se vuelve tangible y se aplica al planificar la semana o la vida misma (las pruebas de fuego, me gusta llamarlas), cuando hay que decidir entre una cosa u otra, pregúntate las veces que sea necesario: ¿Es esto lo que quiero? ¿Esto me acerca o me aleja de quién quiero ser? La tentación vendrá disfrazada de oro y tiende a parecer más “fácil” o más cómoda.
En relación al ejemplo de propósito (cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia), un perfil como ese puede pecar de insistente en lugares donde ya los caminos parecen cerrados, y la gente le dice: ¿Pero vas a seguir invirtiendo tiempo ahí? Un arma muy potente que llaman perseverancia, que en el mundo del emprendimiento es la bandera que alzamos con orgullo. Pero seguido aparece el dilema de ¿Cuándo es suficiente y toca buscar otros caminos? ¿U otras personas para recorrerlos? No se puede ser demasiado perseverante, no. El conflicto suele venir de un lugar muy común, en el que nos desviamos por no saber gestionar una evidente frustración, el sentimiento de superioridad o la bendita impaciencia. Todos son atributos del ser humano, pero si no se nace con ellos, toca trabajarlos como hormigas, antes de hablar de ningún propósito.
Para los que no se identifican con el ejemplo anterior, usemos uno casi opuesto bajo la misma premisa: Cuando pecas de hacer lo que quieres libremente y tienes muchas ideas en mente, pero la gente te dice: ¿Cuándo vas a concretar? o ¿Vas a seguir cambiando de trabajo o de pareja? ¿Otro proyecto nuevo? Lo más seguro es que el pecado no esté en la cantidad de ideas ni en la facilidad que tienes para moverte de lugar, el pecado verdadero es la falta de disciplina, quizás la meta parece muy lejana y complicada en el tiempo, o simplemente, crees que los demás no entienden o no son tan buenos como tú esperas, y toma mucho tiempo o esfuerzo avanzar.
La humildad la duplico en ambos ejemplos porque suele atravesarse en el camino de todos. Para la mayoría, cuando nos enfrentamos a los opuestos, a quienes no están de acuerdo o no nos compran las ideas de entrada, la meta no será el propósito en sí, sino la capacidad que tengamos de escuchar en vez de imponer, abrir la mente en vez de “pelear” ciegamente por una idea y, sin vender el alma al diablo, lograr fluir y crecer (en simultáneo con los demás), hasta poder celebrar lo que un día soñamos y ahora es una realidad para contar (con tiempo).
Entonces, podemos deducir que tanto las creencias limitantes, como el exceso o la carencia de atributos, determinará nuestra relación con el tiempo y el propósito. Será un elemento de presión para el impaciente y el que se sobre-exige, o un Everest para el que tiende a postergar o desistir, aunque ambos busquen llegar al mismo destino.
Trabajarlo como se trabaja una habilidad, nos impulsa a liderar nuestra vida más allá del trabajo que escojamos hacer. El propósito superior, es entonces “saber llegar” con menos tropiezos, más conscientes y optimistas (pues el tiempo siempre ha sido el mismo).
1 Comment
by Tessa
👏🏻👏🏻👏🏻 Cuanta verdad!! Yo que mezclo impaciencia y poca disciplina tengo un buen camino 😅